Primer día de clases.

Uno de los primeros recuerdos que alberga mi mente es sobre mi propia sexualidad. Era mi primer día de clases en un colegio católico y conservador de Bs. As. Argentina, tenía yo cuatro o cinco años y tímidamente observaba el nuevo entorno que me rodeaba, cuando descubro entre las filas que se encontraban frente a la mía, del otro lado del gran hall del recinto, un sentimiento, una duda y una pregunta que acompañaría mis pasos en los años venideros y que marcaría mi existencia de una forma muy particular. En una formación idéntica a la mía, por un lado, una niña hermosa de cabellos dorados y grandes ojos azules, enmarcados por un rostro angelical decorado por hermosas pecas en infantil armonía con su lozana piel ópalo. Pero a su lado, un muchachito un par de centímetros mas alto que ella, de cabellos negros y alborotados en hermosos crespos azabaches, ojos de un tono verde esmeralda en perfecto contraste con su rostro pálido e inmaculado.

Fue en este precoz punto de mi vida cuando nace una pregunta existencial que me marco profundamente.

¿Quién me gusta más, el niño a la niña?

Mire a mi padre que estaba junto a otros padres contemplando el acto cívico con el pecho lleno de orgullo... entonces la respuesta que me di lejos de aliviar mi confusión, me sumergió en un eterno conflicto que solucionaría recién doce o trece años mas tarde

“ella me gusta porque es linda, el no puede gustarme porque los hombres no pueden ser lindos para otros hombres”

“Entonces… si ella es linda... ¿el que es?”

Y acudió a la mente una palabra que tenía para mí un significado tan desconocido como aquel sentimiento tan extraño hacia el hermoso muchachito “simpático”…entonces mire a mi padre y me dije a mi mismo.

“ella es linda y el es simpático”…

...me inundo una extraña emoción que jamás me permitiría volver a mirar a mi padre a los ojos de la misma forma en que lo había echo hasta ese día.